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sinletras...Peroconpalabras

PalabrasAlCaminoDeSantiago...

Cantos Sagrados desde Colombia...

Cantos Sagrados desde Colombia... Palabras dedicadas a los hermanos colombianos, quienes con mucho amor, nos arrullaron cada noche mientras avanzamos jubilosos a Santiago..

Silvia y Fernando...

Ella, de rostro sonriente, no por estar todo el tiempo riendo sin razón alguna, sino más bien por su semblante reposado y sereno. En igual concordancia, sus faldas, su ropa y su apariencia, reflejan una serenidad y plenitud personal poco común en la mayoría... no menos su conversación: respetuosa, cálida, sincera, abierta, directa y nunca - jamás- exenta de mucha chispa y un amplio sentido del humor. Ella estuvo en todo momento, a la altura de las circunstancias, con la palabra sabia y oportuna; caminando los trechos acordados –a su ritmo, eso sí- siguiendo los itinerarios; exigiendo sus derechos; cumpliendo sus deberes... Sigilosa, segura, serena, intuitiva, observadora nata...

El, hombre igualmente sereno, aplomado, de características similares; pero expresadas a su muy personal estilo... ese estilo propio del que tiene una auténtica personalidad. Educado, callado, sereno, considerado, caballero a carta cabal... Cualidades todas camufladas en un hablar igualmente discreto pero directo, inteligente y enriquecedor. De andar seguro, sin quejas ni aspavientos. Se adapta, cumple, sugiere y aporta...

Juntos, son fiel ejemplo del complemento armonioso entre dos... acoplados siempre, tanto en sus compañías como en sus soledades; en perfecta concordancia con ese mito o quimera, eso tan pocas veces visto, tan pocas veces logrado, del amor en libertad... Ver a uno en un sitio, y al otro muy lejos del primero, (cosa muy frecuente); era un síntoma curiosamente inexplicable y generalizado de que definitivamente, estos dos estaban muy cerca el uno del otro...

Un día de tantos, los ví abrazarse muy profundamente por un largo rato, envueltos en un silencio envidiable, de esos cargados de mil palabras que no necesitan ni pueden ser pronunciadas para ser escuchadas... sellaron así en total y absoluta plenitud e identificación mutua, su integración definitiva y total a la experiencia grupal, aislándose del resto en unión perfecta, viviendo en todo su alcance el instante sagrado e infinitamente hermoso, pleno y verdadero... Ellos muy pocas veces estaban juntos, sin embargo -e indudablemente- eran la pareja más firmemente unida, estable y sólida de todas... precisamente por eso, porque sabían ejercer la unión en libertad plena, en sabiduría y verdadero Amor...

Al unirse en cantos, brillan con luz propia, sin alardes, iluminando y arrullando nuestros espíritus cada noche, con melodías milenarias, misteriosamente familiares para nuestras almas... que removían nuestras fibras al ritmo de danzas de corazones que inexplicablemente bailábamos con destreza, y aún cuando nuestros pies destrozados y entumecidos, punzaban nuestros pases, nos movíamos con el gozo absoluto de quedar envueltos en aquellos ritmos sagrados...
Luego, sigilosos, cuando todo terminaba, se mostraban en su más auténtica belleza, recogiendo sus guitarras en silencio, desplegando su grandiosa humildad, sin más ceremonia que el esmero del que se sabe verdadero; del que se ha entregado por completo, del que se quiere a sí mismo por lo que es y por lo que hace... del que no desprecia - pero tampoco necesita- reconocimiento ajeno, para saberse amado o valioso.

Así eran, así SON, así ví, a Silvia y Fernando: Dos ejemplos de persona, de artistas, de pareja, de amistad, de Humanidad...
Gracias, Silvia, Gracias, Fernando!

EL duende...

EL duende... Palabras dedicadas a Koldo, cerebro y motor de la peregrinación a Santiago de Hermandades de Luz
España, Julio-Agosto 2003


Esa noche, venia yo de uno de aquellos acogedores Bares... el día había sido fructífero. El andar había sido plácido y llegamos sin mayores percances... Pero inesperadamente, aquella sofocante tarde se tornó turbia, confusa y un tanto complicada: subrepticiamente, muchos rostros se habían desdibujado en muecas de dolor, atizados por retorcijones y vahídos... Aturdida en medio de aquella escena y empujada por mi propio fuero interno, que aún se agitaba removido por mil pensamientos y millones de silencios a lo largo de todo el Camino, me alejé del grupo intencionalmente, buscando e intentando de aliviar mi propia conciencia, escapé sigilosa entre calles solitarias para buscar sosiego hasta que la crisis pasara... Entrada la noche, ya tarde, caminé de regreso resignada y en solitario, hacia el pabellón donde dormiríamos; la calle estaba en penumbras, la brisa -ahora fresca y limpia- anunciaba otro frío amanecer, en contraste con aquellas jornadas de días sofocantes... De pronto, escuché una música en vivo, sugerente, eterna, que sin percatarme, removía fibras por mucho tiempo detenidas en mi memoria y mi sentir,.. fibras de la infancia, fibras de fantasía que sólo un cuento de hadas sería capaz de despertar... A medida que avanzaba, el sonido era más nítido y más fuerte, sin atinar a imaginar siquiera de dónde provenía semejante tintineo con toques de magia y fantasía, aceleré mis pasos emocionada, mientras mis latidos se aceleraban. De pronto, a lo lejos lo pude divisar: Frente al pabellón, el grupo bailaba en torno a un curioso personaje: Medía más de tres metros de altura, de una extraordinariamente frágil contextura, tanta, que me dificultaba comprender cómo lograba sostenerse en pié. Cubría sus larguísimas piernas -que obviamente sobresalían muy por encima del resto- con pantalones de vivo y fantástico multicolor. Tenía además un negro chaquetín, su cabeza estaba coronada por un gorro de unas cuatro o cinco puntiagudas y largas lengüetas, rematadas en su extremo con sonoros cascabeles, a la usanza de su naturaleza: ¡Un auténtico Duende!

Sorprendida por lo que veía, me percaté que el tintineo de armonía múltiple y aguda, provenía del curioso instrumento que él mismo percutaba mientras movía su encorvada, altísima y delgadísima figura; entre el grupo alegre y entusiasmado, que aplaudía y bailaba, mientras se agolpaban a su alrededor... Una sonora flauta endulzaba el ambiente con melodías de ensueño. Observé que se hacía acompañar por otros duendes, Las risas completaban el concierto nocturno, alegre, mágico, sublime y misterioso... A medida que avanzaba, inevitablemente llegué al sitio, donde contemplé maravillada las risas espontáneas, risas que diferenciaban por completo los rostros de la tarde... no eran risas del día a día, ni eran risas huecas.... aquellas risas estaban surtiendo efecto: hicieron que todos ellos retornaran, por el mágico efecto de la melodía, danzas y cantos, al instante mismo de sus respectivas infancias... Todos aquellos rostros que rodeaban el fantástico espectáculo, no asomaban siquiera una débil huella de las alicaídas muecas que desfiguraron sus rostros aquella tarde mientras fueron agitadas sus entrañas... simplemente, ¡no lo podía creer.!

Al lograr entrar entre el grupo, que alegre formaba un círculo, observé el espectáculo en toda su extensión, donde otros duendes cantaban y bailaban; una de ellas ocupaba el centro, vistiendo una gigantesca y amplísima falda amarilla, que extendida en toda su dimensión, rodeaban todos complacidos, sosteniéndola por sus bordes, y ondeándola con fuerza, al ritmo de la melodía, mientras otros duendes danzaban suave y rítmicamente, con largas y graciosas varillas que trazaban en el espacio estelas de luz, mientras jugueteaban con graciosas esferas iluminadas, convirtiendo aquella estrellada noche, al pie del bosque, en una auténtica escena de un cuento de hadas, que cobraba su verdadero sentido y ejercía ese efecto mágico y abrumador.

A un extremo, otro de los duendes surgía de entre el gentío, también con vestimenta de fantasía, percutando con dedos expertos un pequeño y rústico instrumento, de teclas metálicas y sonidos insospechados, poniendo el toque maestro en el pentagrama verde oscuro de noche, gente, duendes, corazones y bosque, fundidos en armonía magistral...

Inmersa ya por completo en aquél entorno, me integré irremediablemente al grupo, dejándome contagiar por el efecto milagroso de aquella embrujada locura, y sin saber cuándo, mi risa se unió también al concierto, que ahora se tornaba en carcajada grupal... la melodía que aquellos personajes entonaban ayudados por sus instrumentos de fantasía, impregnaban sin trabas toda nuestra piel, nuestro aliento, nuestras almas, nuestros corazones desprevenidos y nuestros espíritus entregados por completo; surtiendo el efecto único y revitalizador que sólo ejerce la verdadera magia de la naturaleza humana cuando comulga en creativa alianza sagrada con la Madre Tierra... reconfortada por lo que vivía y sentía en ese instante, me repetía incesantemente: ¡Gracias, Pachamama...!!.....

Mientras continuaba envuelta entre danzas y risas, que persistían iluminadas por chispeantes estelas, el altísimo Duende sobresalía de entre los cuerpos, moviéndose, bailando, tocando y cantando. La natural penumbra nocturna, no impedía distinguir su clarisísima mirada, aún proveniendo de ojos instalados a tan inusual altura... todos los duendes cantaban, todas las personas reían y entonaban.. la luna tampoco se quedaba atrás... brillaba entre tonos violáceos y plateados en todo su esplendor... todo el bosque envolvía aquel milagro... y todo, todo, formaba parte de aquél dulce espectáculo... pero sólo el altísimo duende, de alguna manera simbolizaba –al menos para mí- todo aquello que pudiera, y todo aquello que no pudiera yo describir... al observarlo una y otra vez asombrada y maravillada, supe sorpresivamente el porqué de esta impresión de la cual quedé plenamente convencida: Koldo, realmente, !era un Duende!!

Gracias, España!

Gracias, España! Palabras a la tierra que hace miles de años caminó el Apóstol, y que alberga la magia y el misterio que envuelve a todo peregrino a lo largo del Camino...

No basta tener un sendero marcado, ni disponer de albergues o de refugios; tener pueblos sencillos, pueblos normales, pueblos fantasmas o ciudades hermosas; o tener monumentos y Templos milenarios. Tampoco son suficientes, las fuentes salvadoras y vivificantes, los árboles a lo largo del camino, los bares, las ambulatorios, parajes, veredas, autovías, caminos y atajos; la gente, los ríos, los parques, las flores, los jardines, las espigas, los trigales, cielos eterna e impecablemente azules, las estrellas, las Ermitas, las piedras, el polvo, la maleza, las frutillas, las espinas, praderas con mil aromas; las subidas y bajadas; el ganado, las ovejas, los pastores, el Roble, la Encina, el Castaño, el manzano, los eucaliptos; o las colinas, llanuras, montañas; desiertos y oasis, los pozos; manjares mil... ni bastan historias, leyendas, mitos, cuentos y fantasías; monumentos, puentes románicos, modernos, pequeños y grandes; castillos y aldeas, penas y glorias; héroes y villanos; reyes y mendigos, señales, rutas y trazados... o marcar un sendero con una adorada flechita amarilla...

Es también necesario haber conservado la escencia del alma, esa identidad única, irrenunciable e inviolable que se hereda con sangre y con fuego; con el corazón entregado, goteando en una mano... para forjar un sitio, un lugar, un puesto en la historia y en la vida; para tener personalidad propia y manifestarla sin titubeos a través de cantos, ritos y tradiciones eternas... y dejar huellas... huellas de llanto, de gloria, triunfos y adversidades con lenguaje de historia que alecciona y transforma el fracaso en triunfo; en vida la muerte... lucha que mitiga el hambre; que fortifica el alma... Es necesario que toda esta herencia, legada no sólo a sus hijos, sino tambien a extraños, sea repartida entre todos aquellos que sintiendo el llamado, pisen su tierra en pos de un sueño, paso a paso y arrastrando andares, se adentren en su sendero, como caminantes solitarios, sin más protección que su propia vigilia, encuentren y reposen en parques, plazas y senderos, sin más protección que el viento fresco, las mudas piedras y los fieles árboles...

Es necesario también que un humilde pastor, hace miles de años, testigo privilegiado de la más magnánima obra de Amor que ser alguno nos haya dejado, haya emprendido andares guiado sólo por una luz incomprendida por la mente, pero certera en el corazón, respondindo desde su propia voz interna el mandato de su Maestro de recorrer caminos y sembrar chispas de luz en corazones lejanos; y emprender viaje sin rumbo fijo, pero con meta segura, en la caminata por la vida; que más tarde inspirara en miles de almas, a través del espacio y más allá del tiempo, la ruta a Santiago... por esas y por mil razones, no se puede comparar, ni se puede negar un sentimiento que brota del alma y que me repito con fuerza:

Gracias, España!

El Camino...?

El Camino...? Disculpen el intento... sólo quise compartir una mínima parte de lo vivido por mí en tan increíble experiencia...

Cómo definir lo que se siente, cuando se emprende la marcha, a paso firme, con la frente alta, respirando profundo y con la vitalidad al máximo, animado, alentado por mil promesas e incontables esperanzas, sin descartar sorpresas que te retan, te bendicen y te espantan...? Muchas veces me pregunté disgustada, porqué nadie me sabía definir el camino, de manera tal que me armara de una certeza que mitigara mis penas, en caso de hacerlo. Ignorante al fin, trataba sin saberlo, de esquivar no sólo mis propias pruebas, sino también mis propios premios...
Protagonista sorprendida, sin haberlo planeado y gozosa por ello, me encontré repentinamente andando el soñado camino que llega a Santiago; sumándome así al grupo de afortunados que felices e inexplicablemente, resultan incapaces de describir sus pasos, sus vivencias, sus cuentos...
Y es que acaso es posible?.... ahora sé que no... sé –ahora sí- que diga lo que diga, resulta infructuoso cualquier intento y comprendo ahora claramente que el porqué de ello está fundado en el doble propósito que individualiza la experiencia, y por el misterio que impulsa al siguiente caminante...
Desafiando sin embargo, estos pensamientos, mi mente se empeña en tratar de expresar, aún a tientas, tanto fuego, tanto hielo, tanta vida y tanto siento... e insisto e intento... y lo hago y lo escribo y veo que sí puedo, al menos garabatearlo en forma de devaneos...

Porque realmente aún me pregunto cómo me expreso, para tratar de entenderme yo misma al menos, que andando y andando se adentra uno a paso perdido y a paso cierto, con la lentitud del tiempo y a la velocidad del pensamiento, por generosos, abundantes, hostiles o desolados senderos... los pasos rápidos y firmes, se alternan con pasos quedos e inciertos, que levantan el polvo por caminerías agrestes, planas, empinadas o tortuosas, o que pisotean la yerba por verdosas y sombreadas veredas... Y perdida en la nada y rescatada por el todo, te sorprenden las fuentes de aguas frescas, y los parajes de imposible y rara belleza que te enfrentan al dulce dilema de escoger entre el caminar lento y sereno que dibuja magistralmente cada detalle en la mente con pinceles de imaginación que colorean la memoria y borran las sombras en el lienzo de los recuerdos... o mantener y apurar el paso que azotado por el dolor, conserva el aliento y engaña el cansancio...

Cómo transmitir lo que sientes cuando percibes complaciente el olor de las praderas, de la yerba, del árbol, de flores y pétalos... y hasta de esporádicos aromas provenientes del cálido fuego hogareño, esos que sigilosos salen danzando, como en las historietas animadas, viajando e inundado nuestros olfatos de una suave tortura que tienta y evoca añoranzas... o el roce humilde y baile al ritmo del viento, de las flores silvestres de mil colores, rodeadas siempre de dulces mariposas que al paso se cruzan sin miedo, sin pudores y sin límites... o transmitir lo que se siente al oír el murmullo y el vibrar de corrientes heladas de ríos y riachuelos, algunos majestuosos, algunos serenos, otros juguetones; corrientes líquidas que te dejan y se alejan o te escoltan cada paso, como vigilando que no te rindas, como animando a que no te entregues... o las promesas eternas y universales que a diario nos regalan las puestas de sol y los bondadosos amaneceres ... o los cielos circundados por líneas enredadas que describen orgullosas las aves...? y de aquellos rebaños de ovejas, silenciosos y ligeros a lo lejos ... ruidosos y atropellados desde cerca, guiados por pastores que ataviados de humildes ropajes magistralmente camuflan su natural sabiduría, dignidad, candidez y Amor por la tierra madre, por la vida, por el hombre, por la humanidad entera...

...Y siento una emoción intensa, al ver que al menos trato de pintarte con palabras lo que siento cuando de entre verdes y doradas anchuras, surgen, de piedra o concreto y eternamente custodiadas por inquietas y alegres bandadas de golondrinas; pueblos y ciudades cuya presencia percibe el caminante a kilómetros de distancia, al ser delatados en el horizonte, por grandes torres o altísimos y antiguos campanarios compuestos casi todos de pequeños, alargados y estilizados portales atravesados por luz de sol o luz de luna... dispuestos en pirámide y coronados por rústicas y antiguas campanas; imponen calladamente sus fachadas, bajo luces y sombras de cielos infinitos matizados por los vientos... apostados indiferentes e incólumes al persistente y húmedo beso del musgo que los marcan y los manchan de sepia y de verdes... o a la maleza que la abraza; al poblado que la rodea; al vestigio de tantas estaciones y estaciones; al paso irremediable del tiempo... permaneciendo y persistiendo como voceros silenciosos que avisan al peregrino, que ya está cerca el próximo pueblo! ... Campanarios y Torres cuya fortaleza y belleza, son codiciadas por aristocráticas cigüeñas que irrespetando símbolos, motivos y diseños -incluyendo los de Gaudí-, se apropian de sus puntas, que desdibujan sin permiso, tornándolas en creativas aplicaciones diseñadas desde su natural sabiduría divina, convirtiéndolas en posadas improvisadas donde construyen y asientan sus gigantes y perfectos nidos...

Qué decir de los tramos donde las fuerzas y los ánimos flaquean, sorprendidos en medio de interminables trigales o sinuosas montañas, adormecidas por el ardiente sol... en senderos sin sombras ni parajes, sin fuentes ni horizonte donde poder posar la mente, para sostener el ritmo de una marcha persistente que agobiada en medio de la nada, con las fuerzas diluidas en larguísimos senderos y la voluntad retada, recurra sin más recursos que la fuerza de un canto, el poder del pensamiento que eleva el espíritu, activando el impulso insospechado que permita dar el siguiente paso... y seguir sin horizontes, sin pueblos a la vista, sin árboles con sombra, sin más respuesta que camino y más camino, para llegar finalmente y sin saberlo, con la mente y no con el cuerpo, porque éste ya no responde...

Y cómo carrizo hago para describir el corrientazo de júbilo y de gozo indescriptibles que inundaron mi espíritu cuando respetuosos y solemnes, en Templos y Ermitas nos hincamos, bien para escuchar muy antiguos cantos gregorianos, bien para alabar en ofrendas y cánticos de acción de gracias... o bien en silenciosas meditaciones que conectan el alma con esa voz serena, dulce y directa del Cristo de entre las piedras.. piedras seculares, piedras benditas que develan mil secretos y generan emociones, forjadas por el paso del tiempo, infinitamente profundas e incontenibles, que en su grito y su silencio me impulsaron a caer rendida y de rodillas para así poder besar sus heladas superficies... y dejar allí parte de mi alma, desgarrada en lágrimas de gozo, de agradecimiento infinito, quizá como ofrenda de gracia que de alguna manera retribuya, aunque sea con tan poco, tanta ternura sin límites, tanto Amor real y verdadero, tanta luz fortificante... todo junto, y tratar de retribuir en parte este júbilo interno que siento y percibo como un sagrado regalo, como un inesperado o desconocido premio..
Y de los altos o descansos, gratificantes y salvadores...? esos que vuelvían el alma al cuerpo, marcando un alto en las cavilaciones de camino, para conectar corazones que sin saber te acompañan; o para recostar y levantar los pies al tronco del árbol más cercano; o para sentir como nuestro el colchón de grama que suave y generosa, soporta las espaldas... y estirar los huesos o absorber sin piedad el zumo de la fruta, o el trozo de pan; o para entregarnos sin condiciones al efecto vivificante de frescas aguas y recargar en el cuerpo ese generador etéreo de regalos del alma que se activa mientras andas... para dejar derramar lágrimas, para estallar en carcajadas; para cerrar y abrir los ojos, para despertar el alma, para respirar profundo; para curar heridas o para husmear paisajes...
Menos aún puedo, explicar ¿Qué fuerza me permite seguir y retomar el camino cada nuevo día? ... Cómo, si cada noche en serie, los cuerpos adoloridos y rendidos reposan, entre ronquidos, pesadillas, sueños y desvelos, las punzadas no cesan, las ampollas maduran y los huesos se entregan...? Entonces cómo cada mañana despiertas, obediente y jubiloso, desechando los dolores, olvidando las flaquezas y molestias; recargando sólo con la luz de la mañana, o con entusiasmo que no se ve pero si se siente, las fuerzas para recorrer el nuevo sendero, ese que nos impregnaba de sueños por recorrer una meta superior, por encima de nuestros cuerpos y únicamente comprensible en lugares recónditos e infinitos de nuestras almas, que ni siquiera sospechamos?... sentires develados en zona desconocida.. más allá de nuestras mentes y mucho más acá de nuestros corazones...
Y qué decir de lo que todas esas y otras miles sensaciones susurraron en nuestros oídos, en nuestras mentes, en nuestras almas, en nuestros espíritus y en nuestros corazones? Cómo expresar el efecto purificador que quema y que acaricia, que inunda el pensamiento, recorriendo senderos internos... desdoblando el camino en andante y al andante en camino; impidiéndonos dilucidar claramente quién camina a quién, si es uno mismo al camino... o si es el camino quien se nos adentra y nos recorre implacable las entrañas... mareando el pensamiento con pases de fuego en oscuras añoranzas, con suaves caricias en recónditos temores.. o luminosos destellos en corazones desbordados por un gozo inefable? Cómo dice uno a alguien, que mientras se va caminando, se perciben, se captan y se comprenden nítidamente eso que muchos llaman Señales, provenientes del todo y de la nada, o de la gente, de una mirada, de un gesto, de una piedra, de un tropiezo, de un “gracias”, de un garabato, de una sílaba, de un árbol, de un anuncio, de un mugido, de un aroma, de una emboscada o un portazo... o de cualquier otro no se qué, que te responde en directo y te devela y te desnuda las dudas que obstinada e inútilmente, en tu interior guardabas...? y vas andando entre cientos... y vas andando en soledades... es con todos y es con ninguno... es contigo y es con nadie...

Y te retumban tus propias palabras..... y te alivian las que te susurra el viento, como te confortan las de otro caminante... y te tortura el silencio y te calma su nada y su todo... la brisa te responde, el cielo te sonríe, el calor te abofetea, la montaña te alienta, el árbol te consuela, la subida de ti se burla y las bajadas te halan... el cansancio te reta, la fuente te bendice y tus gritos te insultan y eres pateado, insultado, jamaqueado y torturado, abandonado y condenado y hasta lanzado al precipicio de tu caos interno... todo un remolino agobiante de sensaciones, de dudas, de certezas e incertidumbres, se alza desafiante en oscura nube gigante adquiriendo forma de mil demonios que te tientan y te rodean y te gritan y te insultan y te escupen y se ríen en tu cara y te mofan a tus espaldas... como bien se te pierden las formas, tornándose imperceptiblemente el paisaje en brillantes siluetas, desde donde surgen sagradas melodías que te elevan hasta tu cielo y se torna repentinamente mientras andas, en presencias etéreas de ángeles o ancestros, que sostienes consciente en medio de tu inconsciencia, sabiendo sin entender y sintiendo sin saber nítidamente cómo se te duerme el cuerpo y caminas en el aire, y te elevas sin remedio y sin darte cuenta siquiera, te sorprendes a ti misma sonriendo con uno de ellos... y descubres y sientes y tienes la certeza, de que eres consolado y eres rescatado, halagado y acariciado... iluminado y guiado, bendecido y ungido por seres iluminados... mientras suspirando de gozo, ves cómo se te abren las puertas del cielo... y conversas con Maestros disfrazados de mendigos que te revelan mil secretos y hasta ves sin percibirlo al mismísimo Señor Santiago.. y sólo después de un segundo, te percatas, te maravillas y te espantas!..... y van todas estas sensaciones adornando tu silencio, que te destierra del cuarto oscuro en que te mantenías en condena para sacarte bien a patadas o bien de la mano, para que te precipites a la luz de tu alma que ansiosa esperaba, y jubilosa agradece al camino, al viento, al árbol, al todo y a la nada; la paliza del alma que transmuta tu vida y renace fortalecida en movimientos marcados por pasos provenientes de antiguas danzas sagradas...

Y ahora que comienzo apenas a retomar mi vida, siento que aún camino mi propio sendero, siento que aún no llego, siento entre mil nuevas y dulces sensaciones, que la vida se me repasa; ahora con nuevo prisma, que se me expresa en otro sentir, ese sentir sin sufrir... ese sentir agradecido por las caídas y las levantadas que en la vida he llevado, ahora atesoradas como benditas lecciones que no amargan y sólo alimentan un crecimiento interno y endulzan mi alma... sin dejar pasar por alto, que aún me falta mucho, que aún no aprendo nada, sin dejar de estar atenta al calor de la luz.. de esa luz eterna cuyo brillo mis ojos han tenido la dicha de ver.....

Si diciendo digo menos.. y en silencio digo más...
qué más puedo decir que deje de decir para que alguien me comprenda o para que algún día yo comprenda, asimile o inspire sobre cómo es el camino..