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Gracias, España!

Gracias, España! Palabras a la tierra que hace miles de años caminó el Apóstol, y que alberga la magia y el misterio que envuelve a todo peregrino a lo largo del Camino...

No basta tener un sendero marcado, ni disponer de albergues o de refugios; tener pueblos sencillos, pueblos normales, pueblos fantasmas o ciudades hermosas; o tener monumentos y Templos milenarios. Tampoco son suficientes, las fuentes salvadoras y vivificantes, los árboles a lo largo del camino, los bares, las ambulatorios, parajes, veredas, autovías, caminos y atajos; la gente, los ríos, los parques, las flores, los jardines, las espigas, los trigales, cielos eterna e impecablemente azules, las estrellas, las Ermitas, las piedras, el polvo, la maleza, las frutillas, las espinas, praderas con mil aromas; las subidas y bajadas; el ganado, las ovejas, los pastores, el Roble, la Encina, el Castaño, el manzano, los eucaliptos; o las colinas, llanuras, montañas; desiertos y oasis, los pozos; manjares mil... ni bastan historias, leyendas, mitos, cuentos y fantasías; monumentos, puentes románicos, modernos, pequeños y grandes; castillos y aldeas, penas y glorias; héroes y villanos; reyes y mendigos, señales, rutas y trazados... o marcar un sendero con una adorada flechita amarilla...

Es también necesario haber conservado la escencia del alma, esa identidad única, irrenunciable e inviolable que se hereda con sangre y con fuego; con el corazón entregado, goteando en una mano... para forjar un sitio, un lugar, un puesto en la historia y en la vida; para tener personalidad propia y manifestarla sin titubeos a través de cantos, ritos y tradiciones eternas... y dejar huellas... huellas de llanto, de gloria, triunfos y adversidades con lenguaje de historia que alecciona y transforma el fracaso en triunfo; en vida la muerte... lucha que mitiga el hambre; que fortifica el alma... Es necesario que toda esta herencia, legada no sólo a sus hijos, sino tambien a extraños, sea repartida entre todos aquellos que sintiendo el llamado, pisen su tierra en pos de un sueño, paso a paso y arrastrando andares, se adentren en su sendero, como caminantes solitarios, sin más protección que su propia vigilia, encuentren y reposen en parques, plazas y senderos, sin más protección que el viento fresco, las mudas piedras y los fieles árboles...

Es necesario también que un humilde pastor, hace miles de años, testigo privilegiado de la más magnánima obra de Amor que ser alguno nos haya dejado, haya emprendido andares guiado sólo por una luz incomprendida por la mente, pero certera en el corazón, respondindo desde su propia voz interna el mandato de su Maestro de recorrer caminos y sembrar chispas de luz en corazones lejanos; y emprender viaje sin rumbo fijo, pero con meta segura, en la caminata por la vida; que más tarde inspirara en miles de almas, a través del espacio y más allá del tiempo, la ruta a Santiago... por esas y por mil razones, no se puede comparar, ni se puede negar un sentimiento que brota del alma y que me repito con fuerza:

Gracias, España!

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