Empacando lycras y pareos, incluí viejos y desgastados bemoles, llantos y malos recuerdos de dolores ya superados, ya perdonados que reclamaban retornar a las saladas aguas donde moran las perlas, de donde provinieron, para ser purificadas, superadas y perdonadas... entre caminar atropellado y quietas contemplaciones fui despojándome de ellos casi sin darme cuenta, reviviendo situaciones olvidadas, pero ahora vistas de lejos en el tiempo y sobre todo, con los anteojos de la compasión, la sabiduría de comprender lecciones que aunque dolorosas, cuestan y quizá nunca descubriré comprender en su totalidad... como un remolino en cámara lenta fueron saliendo mientras caminaba por la arena, o cuando contemplaba la mar serena, viva y brillante en el día, fundiendo pesares con la alquimia de destellos de luz brotando desde dentro de sus arrugadas crestas, haciéndolas parecer estrellas caídas que la noche anterior allí quedaron atrapadas, para seguir brillando de día, mientras contemplaba el horizonte de mar fundido, convirtiéndose en un solo azul: el del mar con el del cielo.. que más tarde se torna la grisásea, fresca y serena, para emerger perfectamente definida en infinita línea recta azul oscuro, como retando la oscuridad de la noche que se le viene encima y de él se apodera y lo envuelve y se adueña... así, mi contemplación fue barriendo y desapareciendo una por una las migajas del pensamiento que empañaban mi regreso... Madre María, permanece firme en tu tierra del Valle, protectora, serena y bendita, a pesar de...
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